Ofrezco un espacio de escucha y palabra donde podamos trabajar en conjunto aquello que te inquieta, tus preguntas, malestares o dudas. Desde una orientación psicoanalítica, mi objetivo es acompañarte a descubrir el sentido de lo que te atraviesa y explorar lo que hay más allá de los síntomas o las respuestas inmediatas.
Cada encuentro es único, pensado para respetar tu tiempo, tu historia y tu singularidad. No busco darte respuestas cerradas, sino abrir un lugar donde puedas preguntarte, encontrarte y construir algo nuevo sobre vos mismx y tu forma de estar en el mundo.
Iniciar un análisis es decidirse a hablar, a decirse. Es animarse a poner en palabras lo que duele, lo que no cierra, lo que se repite. Es una experiencia donde el hablar y el escucharse —a uno mismo, con otro— se vuelve parte del proceso de transformación subjetiva.
No se trata de respuestas rápidas, sino de abrir preguntas que nos comprometan con lo que hacemos con nuestra vida.
No hay una sola respuesta. Y quizás ahí ya aparece una pista: no buscamos encajar en un modelo, sino encontrar un espacio donde podamos decir lo que nos pasa, a nuestro modo, con nuestras palabras, incluso cuando no sabemos muy bien qué decir.
En mi caso, trabajo desde el psicoanálisis. No porque tenga todas las respuestas, sino porque confío en el valor de las palabras. En que hay algo que se repite, que duele, que interroga… y que sólo se puede elaborar si se lo atraviesa y se lo habla.
Más que buscar «el tipo de terapia ideal» te invitaría a preguntarte qué esperas de ese espacio, qué necesitas hoy. Y que te tomes el tiempo para elegir con quién hacerlo. Porque la relación con quien escucha, sostiene y acompaña, también hace la diferencia.
«Cuánto más te conoces a ti mismo más paciencia tienes para lo que ves en lo demás».
Erik Erikson
La terapia psicoanalítica no es un espacio para recibir consejos ni para aprender a “pensar en positivo”. Es un espacio para hablar, y sobre todo, para escucharse. Para decir aquello que a veces ni una mismx sabe cómo nombrar.
Freud decía que donde hay síntoma, hay un decir que no fue dicho. Hay algo que nos habita, que se repite, que se escapa al control. Y es justamente eso lo que la terapia psicoanalítica intenta alojar.El análisis no busca soluciones rápidas, ni recetas universales. Se trata de hacer lugar a la singularidad de cada quien. Escuchar los propios modos de desear, de sufrir, de amar. Y quizás, con el tiempo, poder desarmar algo de lo que duele, de lo que encierra, de lo que hace síntoma.No es un camino lineal. A veces es incómodo. Pero es un acto ético: implicarse con la propia vida, con lo que unx hace con lo que le pasa.
Las sesiones tienen una duración variable, oscila entre 30-45 minutos según lo que aparezca en cada encuentro.
Como decía Freud, en iniciación al tratamiento psicoanalítico, podemos saber cuándo empieza y cuándo termina una partida de ajedrez, pero lo que sucede en el medio es impredecible. Con el análisis pasa algo similar.
No hay una duración fija. Cada proceso es único, singular. Depende de la situación particular de quien consulta, de sus tiempos subjetivos y de lo que se va produciendo en el vínculo que se construye entre paciente y analista. Por eso, más que hablar de plazos, se puede pensar en un recorrido que se va armando paso a paso, en cada encuentro.
Lo que se suele sugerir para que un análisis se sostenga y produzca movimientos es una frecuencia semanal. Sin embargo, no hay una única forma posible. Hay quienes, por distintos motivos, pueden sostener encuentros quincenales.
Esto se conversa y se acuerda entre analista y paciente, considerando tanto la singularidad del caso como el momento vital de quien consulta.
No hay un momento único ni correcto para comenzar terapia. A veces llegamos cuando el dolor se vuelve insoportable, cuando sentimos que algo se repite y nos deja en el mismo lugar o cuando ciertas situaciones comienzan a bloquear aspectos importantes de nuestra vida, impidiéndonos disfrutar.
En ocasiones, aparecen síntomas que nos alertan como ansiedad, insomnio, irritabilidad, angustia, ataques de pánico, cansancio constante, pensamientos recurrentes, tristeza persistente, dificultades para vincularnos o para tomar decisiones. También puede ser una sensación de vacío, desconexión, de estar en piloto automático.
Otras veces hay una pregunta que insiste, una incomodidad que no sabemos nombrar, o el deseo de conocerse más allá de lo que se espera de nosotros.
No es necesario "tocar fondo" para consultar con un/a psicologo/a, en cualquier etapa de la vida se puede acudir a terapia, lo interesante es registrar cuándo algo empieza a insistir, a pesar, a doler... Porque ahí es donde algo está pidiendo ser escuchado.